La historia y la cultura de la provincia de Soria van de la mano en el camino apacible y bello del soñado Turimo Rural. Más de 385 alojamientos rurales se prodigan por esta provincia ensalzada por insignes poetas que han desgranado en sus versos el atractivo paisaje, el bondadoso silencio y la belleza de su naturaleza en cualquiera de las estaciones del año.
Loas al Río Duero, a la quietud, a las montañas y al tiempo se engranan en el sentimiento del viajero que quisiera arañar el tiempo para disfrutar más del remanso de paz soriano. El espíritu se ennoblece y el alma se nutre de la cultura milenaria, con el escaparate monumental
de sus castillos centenarios, que enseñorean aún la meseta castellana.
Grandes y pequeños pueblos son rincones apacibles para desarrollar las actividades turísticas. Lugares como Atauta, San Esteban de
Gormaz, el Burgo de Osma, Ágreda, Almazán, Medinaceli… se apiñan en sana competencia en la carrera para ver quién encanta más al
viajero y al turista. Hinojosa de la Sierra, el pueblo del Ayuntamiento de El Royo, ubicado entre las sierras de Carcaña y Cabrejas, está bañado por las aguas del Río Duero. Tenía 9 habitantes en el año dos mil y ahora cuenta con 20. En la parte más alta de una pequeña loma sobresalen las ruinas del castillo, del siglo XV, con su esbelta Torre del Homenaje. El tablero medieval de las guerras de los siglos VIII a XVI, trufó este territorio de castillos, iglesias y mezquitas. Y dejó un legado que aún sorprende a quien lo disfruta.
Las tres culturas que coexistieron en esta tierra soriana, la cristiana, la judía y la musulmana quedaron para siempre enraizadas en
España. Ricos y pobres, señores y vasallos, cristianos y conversos se afanaron en conservar su cultura entre la refriega de las batallas por
el dominio del territorio soriano. En Atauta , uno de los pueblos más bonitos de Soria, pedanía tranquila de San Esteban de Gormaz, las bodegas asoman para mostrarse ante el mirador medieval, como madrigueras de hurones que guardan el magnífico vino. Más allá aparece la celtibérica Uxama, la “ciudad en lo alto”, al lado de Berlanga de Duero. Uxama conoció el esplendor de la cultura romana tras ser conquistada por el imperio que dejó su idioma, sus monumentos y su compendio jurídico. Como dejó su huella también en el arco de Medinaceli, la “Ciudad del Cielo”, cuyos yacimientos paleolíticos se yerguen junto a los monasterios cisteciences, en un entramado rural inimaginable. Sus setecientos pobladores disfrutan del legado histórico que da vida al turismo. Los restaurantes aparecen por doquier sin que la vida rural sufra de las oleadas de turistas que se acercan a este enclave. La antigua Occilis les brinda las mejores fotografías, con este arco romano de tres vanos, el único existente en España. Y los viajeros gozan de una magnífica panorámica a más de 1.200 metros de altura sobre el campo soriano. En la Ermita del Mirón, el arco iris se asoma para significar que cesa la lluvia, El pequeño templo, de estilo barroco, está al lado del Mirador de los Cuatro Vientos. En este santísimo lugar paseaba el escritor Antonio Machado, acompañado de su esposa Leonor, cuando
estaba ya muy enferma. En este lugar se respira el más puro aire de Soria. También tiene una mágica belleza la ermita de San Bartolomé, ubicada en pleno corazón del Río Lobos, un lugar enigmático que enseñorearon también los templarios. De construcción gótico incial, del siglo XIII, la ermita está situada sobre un meandro del Río Lobos, con sus pozas llenas de nenúfares, ranas y libélulas, y bajo el abrigo de unos altos farallones de piedra anaranjada. Las bellísimas vistas desde este enclave se suceden también en toda la provincia.
Una de ellas, de las más espectaculares, la representa la mítica fortaleza de Gormaz, que fue la más grande de la Europa medieval.
Tiene un perímetro amurallado de más de un kilómetro, exactamente 1.200 metros, y 446 metros de largo, con 28 torres, y la Torre
del Homenaje, que todavía le otorga un grandioso esplendor. Las puertas de la muralla son la reminiscencia de esta construcción andalusí, de tiempos del Califato de Córdoba, con bellísimas estampas. Cristianos y musulmanes conquistaron y rindieron el castillo según los avances
y retrocesos de la Reconquista. Desde las alturas de la fortaleza, donde se encontraba el palacio, el aljibe y la gran esplanada
para que abrevaran jinetes y caballos, se observa también el campo soriano, un caleidoscopio de colores que subyuga al turista.
Otra fortaleza, la de Calatañazor, se alza con su recinto amurallado. Abajo están iglesias románicas como la de Ntra. Sra. del Castillo
con sus canecillos de figuras grotescas que pueblan capiteles y arcos. Y en una placita se rinde homenaje a Almanzor, el caudillo musulmán
que tuvo en jaque a las tropas cristianas.
El historiador Menéndez Pidal asegura que “yendo a tomar el monasterio de San Millán de la Cogolla, el caudillo musulmán tuvo que
volver en parihuelas, muy enfermo, con fuertes dolores, posiblemente de gota, hasta llegar a Medinaceli. Allí murió el 2 de agosto de 1.002
y se supone que en este enclave está enterrado”. Sobre su figura histórica se vierten decenas de leyendas, entre ellas la pérdida del tambor en
la batalla y hasta que capturó las campanas de la catedral de Santiago. También un lugar mágico es la ermita mozárabe de San Baudelio, en el pueblo de Casillas de Berlanga, un anexo del Museo construcción de piedra, lleva casi mil años sujetando la bóveda de la iglesia. Sus frescos
son una reliquia del pasado. Se ven grecas, animales y restos de escenas cotidianas. Otro de los monumentos sorianos que es
imprescindible visitar es el Monasterio de San Juan de Duero. Es un conjunto de arquitectura románica castellana situado a las afueras de la
capital soriana. El claustro es la única dependencia monacal que se conserva y uno de los más originales del románico español.