Ruta por los pueblos deshabitados de la comarca: Boñices; pueblo completamente abandonado, Castil de Tierra; pueblo deshabitado, Villanueva de Zamajón; deshabitado
Destaca por la belleza de su entorno Peñalcázar; localidad despoblada que se encuentra en el municipio de La Quiñonería y Comarca de Campo de Gomara.
Este curioso despoblado medieval, se encuentra asentado sobre una muela denominada La Peña. Alzándose a más de 100 metros de altura desde la carretera donde dejamos el coche y a 1212 metros sobre el nivel del mar, la antigua fortificación de Peñalcázar se postra vigorosa y espléndida sobre los parajes sorianos que inundan la planicie hasta donde alcanza nuestra vista.
La altitud del enclave conlleva una fuerte climatología nada cómoda para la vida vegetal o animal.
La geografía de la peña nos permite entender la edificación y la historia de Peñalcázar. Situado sobre una gran montaña caliza con minas de plata y de plomo atravesando su interior, el pueblo ahora abandonado de Peñalcázar sirvió antaño para dar cobijo a asentamientos humanos prehistóricos. La evidencia en torno a estos asentamientos prehistóricos viene dada por testimonios de cavernas pobladas llamadas caverna de las Brujas y caverna del Viñador.
Sabemos que Peñalcázar fue una ciudad celtíbera y luego romana que se dio a conocer como Centóbriga o Celtíbriga (alta fortaleza). Posteriormente, el asentamiento pasó a ser dominado por los árabes (siglo IX – X) que tras la irrupción del Cid en la zona y la conquista del cercano lugar de Alcocer (XII), decidieron pagar parias para protegerse de los enfrentamientos internos entre los reinos de taifas y para protegerse también de los ataques cristianos.
Por este motivo, la fortaleza de Peñalcázar (Al-qasr, fortaleza) pasó a formar parte del Cantar del mio Cid (obra anónima que relata las hazañas heroicas del Cid, caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar conocido comúnmente como el Cid Campeador).
En esta obra poética, también aparece nombrado el castillo de Alcocer. Veintidós son los episodios que relatan la sangrienta batalla entre las tropas del Cid Campeador y los tres mil hombres enviados desde Valencia por el rey árabe Tamin para así recuperar la fortaleza conquistada por el Cid días atrás en una batalla que duró 105 días.
Sin embargo, tras la conquista del Cid Campeador, Peñalcázar continuó siendo escenario de grandes batallas entre castellanos y aragoneses, llegando a ser ocupada por el reino de Navarra en 1.447.
Según el “Corpus de Castillos Medievales de Castilla”, Peñalcázar contaba con dos entradas y con dos grandes puertas de hierro de las que ya no queda nada.
Finalmente, las tropas aragonesas tomaron el control de la majestuosa plaza de Peñalcázar (1706). Los franceses también intentaron tomar el control del enclave defensivo durante la Guerra de la Independencia de Septiembre de 1.810.
Tras todo este recorrido de guerras y confrontaciones por el dominio de la tierra, la población de Peñalcázar llega a alcanzar los 266 habitantes en 1848 (Diccionario Madoz). Es entonces cuando Peñalcázar remonta y constituye su propio ayuntamiento, una escuela de instrucción primaria, una iglesia parroquial con cura y tres ermitas.
A base de cereal, legumbre, ganadería bovina y la cría de bueyes para trabajar el campo, vivían los antiguos habitantes de la peña.
No obstante, la despoblación de la antigua plaza Alcazar tiene sus comienzos hace ya ocho siglos. Los habitantes de aquella época, estaban eximidos de pagar tributos para evitar la migración a la parte baja de la meseta.
Como dice Cándido Heras, lo que no mejora empeora. El declive de Peñalcázar se cierne sobre sus últimos y solitarios habitantes. Por lo que he podido leer, Peñalcázar pasó de tener 266 habitantes en 1848 a tan sólo 6 vecinos cien años después:
Por entonces, se decía que Peñalcázar era el Municipio con menor número de habitantes de toda la Nación.
Tras agotar las reservas de plata y de plomo por toda una sucesión de empresas intentando sobrevivir de lo que proporciona la madre tierra, las minas de Peñalcázar cerraron y la prosperidad del pueblo comienza a ser una ilusión.
En cuanto a la iglesia del pueblo, está dedicada a San Miguel, data del siglo XV y es de estilo gótico-renacentista. El expolio es generalizado en todos los sentidos y Peñalcázar sobrevive gracias a los recuerdos y a las visitas fugaces.
En Peñalcázar, puede sentirse de manera especial la mezcla de guerra y de paz, de historia y de olvido, de ilusión y de tristeza, de efímeros recuerdos desacompasados por la brevedad del tiempo. Inundan estos los rincones de este milenario despoblado ancestral.
Actualmente, apenas pueden observarse algunos restos de los muros que en su día, brindaron protección a los habitantes de la Peña de Alcazar. Al parecer, han existido propuestas políticas para regenerar este pueblo, pero tal vez el tiempo también se las haya llevado.
Mientras el pueblo de Peñalcázar mengua, el recuerdo también se desvanece. Van cayendo sus piedras y los caminos desaparecen.