En Almazán tiene lugar el 17 y 18 de mayo una celebración popular ligada a los pastores que se conoce con el nombre de El Zarrón. La fiesta reúne muchos elementos relacionadas con los ritos agrícolas y ganaderos y es la manifestación folclórica más original y de mayor arraigo popular de Almazán. Se desarrolla durante la festividad de San Pascual Bailón, a quien los pastores eligieron por patrono y abogado defensor, pues no en balde el santo fue pastor antes que religioso franciscano allá por el siglo XVI (murió el 17 de mayo de 1592).
El día de la fiesta, se saca al santo en procesión custodiado por los mayordomos y acompañado por parejas de danzantes vestidos con el traje tradicional que bailan al santo durante todo el trayecto. A los danzantes acompaña el Palillero, quien acompasa con una castañuela el ritmo de la música y porta los palitroques para la danza del paloteo.
Pero es el Zarrón, sin duda, el protagonista y la figura central de la fiesta. Ataviado con prendas de piel curtida y sombrero negro con grandes plumas de buitre y rabos de zorro cosidos, era antaño su cometido guardar el orden en la procesión pero, con el tiempo, ha prevalecido la prueba de valor de los que desafían sus zambombazos. Pues el Zarrón porta un garrote a modo de tralla de la que cuelga una vejiga de cuero con la que arremete contra los más bravos, también motivados por los caramelos que arroja el mayordomo. Aquí uno de los guiños al mundo pastoril, pues los caramelos simbolizarían el rebaño que el zarrón debe defender.
El último acto llevará a los protagonistas desde la plaza Mayor a casa del mayordomo donde se efectúa la tradicional comida de la soparra (una mezcla de vino con azúcar y canela y pan remojado), con la que el mayordomo agasaja al vecindario. En la salida de la plaza hacia casa del mayordomo los mozos forman barreras en espera que llegue el Zarrón para abrir camino mientras cantan la siguiente coplilla: