Como cada 1 de noviembre a las 19.00 horas
En la noche de difuntos, los vecinos de Tajueco se juntan para realizar unos cánticos por las calles de la localidad con el fin de espantar los fantasmas y confraternizar con las ánimas. De esta forma los expertos consideran este legado etnográfico medieval como el más valioso conservado en la Soria del siglo XXI.
“Por las ánimas benditas, todos hemos de rogar, que Dios las saque de penas y las lleve a descansar” cantan los vecinos de Tajueco. Esta tradición única en la provincia se celebraba antes en otros pueblos de Soria de diferentes modalidades y formas como son San Pedro Manrique, Yelo y Alcubilla del Marqués.
Ángel Almazán, periodista y escritor nacido en Tajueco, consiguió dar a conocer en 1985 este ritual que había pasado desapercibido para los estudiosos de la etnografía soriana. Y según señala, el sentido de esta celebración es acompañar a las almas desde el purgatorio en su camino a los cielos.
Los cánticos se producen, acompañados del toque de muertos de campana, en dos grupos. Uno se compone por los varones que cantan y otro formado por el resto de la población.
La última estrofa de los cánticos es: “Herederos y albaceas, atended nuestros lamentos, cumplid con lo que pedimos, no alarguéis nuestros tormentos”. Donde una vez terminados, todos rezan un Padrenuestro, acompañados por el grupo de personas que presencia los coros.
Esta tradición tiene garantizada su continuidad, ya que se ha convertido un elemento asociado al pueblo y donde los hijos del pueblo sienten que es un símbolo de pertenencia de los mismos. Además destaca como el mayor atractivo turístico del pueblo.
Los hombres de la localidad recitan cuatro veces las mismas y conocidas cuartetas.
Los tatarabuelos de los tatarabuelos, los tatarabuelos, los bisabuelos, abuelos, padres, hijos… y es de esperar que los nietos, los biznietos y todos los tataranietos. Ese es el árbol genealógico de los Cánticos de las Ánimas de Tajueco, una tradición que se pierde en la memoria de la localidad, iniciada hace quizás dos o tres centenares de años.
Estos cánticos, presentes en otros pueblos de Castilla en el pasado, se han ido perdiendo en ellos con el paso de los años, de ahí el gran mérito del pueblo de Tajueco por mantenerlos con vida cada 1 de noviembre a las 19.00 horas. La gran dificultad de esta celebración es, por tanto, el hecho de mantenerla, pues el ritual es sencillo.
Hombres del pueblo se dividen en dos grupos para cantar cuatro veces las mismas cuartetas. Estos dos grupos van cantando alternativamente las estrofas, salvo la última que la cantan todos juntos. Esta primera recitación comienza justo después de que las campanas de la iglesia dan las siete de la tarde. De hecho, este momento tiene lugar en la misma puerta de la iglesia. Tras cada cántico, un breve toque de campana y se reza un padrenuestro y un avemaría.
Después de un breve paseo hasta otra de las encrucijadas del pueblo, los dos grupos vuelven a separarse para repetir exactamente el mismo proceso que en la puerta de la iglesia, acompañados por el público presente, hoy bastante numeroso lejos de las masificaciones. El tercer cántico tiene lugar en otra de las encrucijadas del pueblo (siempre en paseos de un par de minutos), para hacer el cuarto y último en la hermosa plaza Mayor de la localidad alfarera. Allí, para terminar, se reparten pastas y algo para que pasen entre todos los presentes, en un ritual repleto de autenticidad que ojalá perdure.
Texto de los Cánticos, extraído de la web tajueco.wordpress.com:
¡Quién, san Jerónimo fuera,
para poder explicar
lo que padecen las almas
que en el purgatorio están!
Allí claman y suspiran
metidas en aquel fuego,
suplicando a los mortales
les saquen de este destierro:
“Herederos y albaceas,
atended nuestros lamentos,
cumplid con lo que pedimos,
no alarguéis nuestros tormentos”.
En calabozos oscuros
hay muchas almas metidas,
clavadas contra la tierra,
diciendo: “De mí se olvidan”.
“Que estoy aquí como un niño,
atado de pies y manos,
y no puedo por mí propio
ganar nada en cuanto paso”.
Pues todos los hijos tienen
obligación verdadera
de socorrer a sus padres
para librarlos de penas.
“Hombres, mujeres y niños:
¿Cómo de mí no te acuerdas
para dar una limosna,
para quitarnos las penas?
Yo, cuando estaba en el mundo,
os causaba sentimiento
si tenía algún dolor
y me aplicaban remedio.
¿Qué harías si ahora me vieras,
entre tanto fuego arder?
¿Qué diligencias no harías
por no verme padecer?”
Mira que padece un alma
más tormentos y trabajo,
más que padecían todos
los mártires y los santos.
Más que todos los cautivos,
forzados y ajusticiados,
más que todas las mujeres
han padecido en sus partos.
Padeció el Hijo de Dios
por redimir los hermanos
en el árbol de la Cruz,
atado de pies y manos.
“San Nicolás y Dionisio
de nuestras penas hablaron,
diciendo que Dios, la leña,
en el mundo la ha creado,
Toda junta en una hoguera,
en un fuego de arder tanto,
no alcanzara una cabeza
de este fuego en que estamos.
Esto no es ponderación,
clemencia, favor cristiano,
que se abrasa el Purgatorio
y las almas nos quemamos”.
Si las ánimas pintadas
causan miedo de mirar,
¿qué será de aquellos pobres
en aquel fuego voraz?
“A las ánimas darás
limosna cuando pudieras,
que lo mismo desearías
si con ellas estuvieras.
Los afanes de este mundo,
a esto vienen a parar:
si comprendes nuestras penas
os librará de pecar”.
Mirad, cristianos, que Dios
agradece la limosna
y nos da ciento por uno
en premio de eterna gloria.
Por las ánimas benditas
todos hemos de rogar
que Dios las saque de penas
y las lleve a descansar”.