Del02al 03sep «Los Templarios del Duero» en Soria

Descripción

Fecha: 1º Fin de semana de septiembre.

Lugar: exterior del Centro de Recepción de Visitantes (junto a San Juan de Duero)

Horario: desde las 10:00 horas

Recreación histórica de las órdenes militares del Duero a modo de
campamento custodia junto al Centro de Recepción de Visitantes y acceso a los Arcos
de San Juan de Duero. El campamento está formado por un destacamento de diez
personas que representan la vigilancia in situ del acceso al convento ayudando al paso
al templo a peregrinos y defendiendo la ciudad y el camino del ataque de salteadores.
La recreación incluye varios pabellones, armas, armaduras, vestimentas, mobiliario,
etc.

El grupo Oria Dauria, encargado de esta actividad, pertenece a la Asociación de Esgrima Antigua de Soria y en este caso han recreado una «encomienda en camino» de los Templarios.

 

Aprovechando que en la ciudad de Soria hubo dos encomiendas, una en los Arcos de San Juan de Duero y otra de Templarios en San Polo, utilizan la primera localización para explicar a los ciudadanos la historia de esta orden militar muy conocida.

 

Este grupo pretende enseñar de manera más didáctica lo que era la vida de un templario, pero no sólo lo que ha trascendido a la historia. Quieren mostrar cómo combatían, como vivían y cómo era la época en la que los templarios habitaron.

En cada pase, han explicado del origen del temple; cómo se llegaba a ser un caballero, la vida en el temple, social y económica, qué se daba a un hombre cuando entraba en la orden y, por último, las armas y armaduras de la época y las técnicas de combate que utilizaban.

Además de estos pases explicativos por la mañana y a las 16.00 de la tarde, también  realizan un cursillo de tiro con arco para todo aquel que quiere apuntarse.

Castilla y León presume de numerosos enclaves templarios, con el castillo de Ponferrada como uno de sus grandes emblemas. Sin embargo la presencia de los monjes guerreros se extendió por buena parte de la Comunidad. Las primeras tierras del Duero, al este, aún atesoran monumentos y leyendas, hoy arropadas por recreaciones y turismo.

La Soria templaria se compone de certezas y suposiciones. Hay puntos donde la presencia está constatada y en otros en los que la tradición oral así lo asevera, pero no hay datos científicos para comprobarlo o desmentirlo. Ese halo de misterio que acompañó a la Orden aún hoy envuelve algunos enclaves.

Está ubicado junto al Duero, en el acceso a la ermita patronal de San Saturio. Para acceder a la misma hay que atravesarlo cruzando un estrecho arco. La tradición oral sostiene que se trata de un monasterio templario y su origen, en el siglo XIII, coincidiría. Más aún cuando las fuerzas vivas de aquella joven Soria eran laicos asociados a la orden. En el siglo XVI ya aparece por escrito esta filiación y desde entonces se ha dado por buena.

El monasterio habría nacido así bajo el signo templario, pero con la disolución de la Orden pasó a manos de los Hospitalarios que moraban en San Juan de Duero, a escasos metros. Tras quedar sin culto acabó reconvertida en vivienda, pero aún conserva elementos muy reconocibles como templo.

Su construcción combina el estilo románico con un primer gótico y destacan elementos como las saeteras, posible prueba de que además del ‘ora et labora’, los monjes eran duchos con el arco. El ábside rectangular o simplemente los arcos y ventanas que salpican sus fachadas, semiocultas entre la hiedra y a apenas 10 metros del río, dan a este enclave su ‘magia’.

También colaboró unos siglos más tarde de su construcción Gustavo Adolfo Bécquer. El poeta sevillano, entonces afincado en Soria, ubica en el monasterio de San Polo y su entorno la leyenda de ‘El rayo de luna’.

Muy cerca aparece otro monasterio muchas veces asociado  erróneamente a la orden del Temple pero realmente de la organización ‘hermana’ de San Juan de Jerusalén. Se trata del monasterio de San Juan de Duero, cuyos arcos han sido durante siglos emblema de la ciudad.

Del claustro apenas quedan los arcos… pero qué arcos. Para muchos estudiosos se trata de uno de los monumentos más excepcionales de Europa. Los fustes y arcadas se agrupan cambiando de estilo cada pocos metros, con estilos que van desde el medio punto hasta los entrecruzados que constituyen un símbolo por si mismos, hasta el punto de que en algunas balconadas de la ciudad se reproducen en las rejas. La fotografía típica de los turistas es entre dos arcos que carecen de fuste intermedio, y que posiblemente sea una de las imágenes más repetidas del este del Duero.

En el interior del templo, hoy un pequeño espacio expositivo gestionado por la Junta, aguarda otra singularidad que bien merece la visita. La iglesia en sí es un románico sencillo, pero el ábside está flanqueado por dos estructuras que evocan a los templos ortodoxos. Y es que sus propietarios originales tenían que atravesar muchas tierras extrañas antes de guerrear por Tierra Santa, y quizás se trajesen consigo ecos de lejanas culturas.

Se trata de dos templetes, uno a cada lado, cubiertos por sendas cúpulas sostenidas sobre columnas de cuatro fustes. No es que haya pocos casos es Castilla y León, es que son rarísimos cuando no inexistentes en miles de kilómetros a la redonda.

Más allá de la piedra, San Juan de Duero también se llena de vida periódicamente de la mano de la asociación de recreación histórica Oria Dauria. Los modernos Caballeros acampan durante algunos fines de semana a orillas del Duero, en el templo que les pertenece, para entrenar el combate, pero también para desarrollar sus oficios o mostrar al visitante con fidelidad sus alojamientos y vestimentas con rigor histórico.

Más allá de la capital, el vestigio templario sin duda más famoso es la ermita de San Bartolomé en el Cañón del Río Lobos. Y, como no, está salpicada de misterios y leyendas. Su ubicación en medio de ‘la nada’ parece elegida al azar, pero si se ubica aquí una cruz de malta, sus vértices tocan algunos de los grandes puntos místicos de España y mantiene prácticamente la equidistancia con los extremos más orientales y occidentales de la península. Al cabo de Finisterre hay 532 kilómetros en línea recta; al de Creus, 527.

El misterio va más allá de su ubicación hasta el punto de que Íker Jiménez ha ‘aparcado’ su nave alguna vez en este punto. Por ejemplo, descubrió que bajo el templo las estalactitas crecen no en su habitual y perfecta verticalidad sino inclinadas en cierto ángulo. Y no es su única singularidad destacable.

LA LUZ COMO SÍMBOLO

El día del solsticio de invierno, la luz que entra por su rosetón incide directamente en la llamada Losa de la Salud. Se trata de una laja labrada en la capilla de la Virgen de la Salud y que genera devoción entre quienes visitan la ermita. ¿Casualidad? No lo parece. La alineación del edificio no es la típica de este tipo de espacios tardorrománicos y parece ser que los Templarios lo hicieron con toda la intención.

Pero, más allá de interpretaciones, lo cierto es que el templo por sí mismo merece la pena. Ubicado en una zona accesible pero espectacular del Cañón del Río Lobos, se yergue sobrio y en un buen estado de conservación ante la atenta mirada de los amos y señores de las buitreras.

Las seis arquivoltas de la portada comienzan a ‘apuntarse’ en un claro ejemplo de transición entre estilos arquitectónicos. Los rosetones conforman un dibujo calado en el que se distingue claramente una estrella de cinco puntas invertida similar a un pentagrama, lo que para algunos puede simbolizar la naturaleza por encima del hombre. Y eso, en un punto natural como este, puede alimentar todo tipo de teorías sobre su misticismo. Sea como fuere, el día de San Bartolomé aún se cuentan por millares quienes peregrinan a este templo, sin un pueblo en kilómetros a la redonda.

No obstante la neblina de la leyenda también entra en estas tierras. El cercano castillo de Ucero es para algunos un enclave templario y para otros, la falta de pruebas haría que esta afirmación no se sostuviese. En todo caso bien merece una visita, más aún cuando la localidad ofrece servicios de alojamiento y restauración tras disfrutar del enclave natural.

No son los únicos espacios vinculados con más o menos tino a la Orden del Temple. Antonio Ruiz Vega cita en ‘La Soria mágica y legendaria’ hasta 14 enclaves donde, bien por ruinas de difícil asignación o bien por leyendas se atribuye la presencia de monjes guerreros.

Ahí radica precisamente parte del encanto de la huella de los cruzados en Soria. Hay monumentos obvios y de enorme valor, pero también un margen para la ensoñación –y la investigación, que puede dar aún grandes frutos– sobre la presencia de Templarios y Hospitalarios en los primeros compases del Duero. Seguramente el Arca de la Alianza o el Santo Grial no pasaron por Castilla y León, pero imaginar y sentir es libre.

SAN JUAN DE OTERO, EL CONVENTO PERDIDO

La leyenda que acompaña a la historia de los Hospitalarios y especialmente de los Templarios está salpicada de reliquias y objetos santos perdidos por el mundo con el transcurso de los años. Desde los objetos más sagrados de la cristiandad a una flota desaparecida, pasando por el hecho de que sólo se hallase la tumba de un gran maestre templario y hubo que esperar hasta 2018. Pero a Soria se le ha ‘perdido’ algo incluso más grande, un convento con su encomienda. Esta fórmula de gestión suponía, a grandes y simples rasgos, que cuando la Orden se hacía por herencia o donación con una localidad, podían arrendarla a sus moradores.

Para muchos, la iglesia de San Bartolomé en el Cañón del Río Lobos es el templo que correspondería a ese espacio conventual. Sin embargo no se han hallado restos más allá de la ermita que corroboren con total certeza esta teoría. El hecho de que muy posiblemente fuese vinculada a un pueblecito a modo de encomienda añade aún más incógnitas.

Pero hay más teorías e investigadores metidos en harina. Los antiguos textos hablan de una disputa entre las órdenes del Temple (cercenada en 1312, así que hace más de siete siglos) y la de Calatrava por una herencia. En el texto se firma que todos los testimonios de la época apuntaban a que el convento estaba a tres leguas de lo que hoy es la capital, lo que ha llevado a algunos estudiosos a fijarse en las faldas del castillo, muy cerca de los monasterios de San Polo y de San Juan de Duero.

Más aún, hay que se lo ‘lleva’ a Ucero, vinculado al castillo cuya titularidad templaria tampoco es indiscutible; a Portelrubio o a Fuentelsaz. Quizás esté ante los ojos de los visitantes con otra denominación; quizás haya desaparecido con el tiempo; quizás sea el próximo gran hallazgo histórico para Castilla y León. Lo que parece claro es que San Juan de Otero existió, estaba bajo el mando de los monjes guerreros y ahora no se saben al 100% donde está.

Algo similar pasa con ubicaciones como el de San Pedro el Viejo, en San Pedro Manrique. Se cree que junto a sus ruinas moraban los templarios, pero tampoco hay una certeza total. La figura de los cruzados que moraron en tierras sorianas sigue apasionando a investigadores y turistas.

Del02al 03sep «Los Templarios del Duero» en Soria

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